Crónica de nuestra Primera Salida del Año:
Tesoros en las Carreteras de Cantabria Sobre Dos Ruedas
El rugir de los motores rompe el silencio de la mañana mientras nos dirigimos hacia la primera aventura del año.
No podía ser de otra manera, la cascada de Cailagua, en el nacimiento del río Asón, nos espera con sus aguas frescas y el susurro de la naturaleza como banda sonora.
Salimos desde Hoznayo con la emoción de explorar una ruta de casi 200 kilómetros, una travesía que nos llevará por carreteras serpenteantes acompañadas por el fiel río Asón. Las curvas se suceden como una danza, cada giro es una nueva postal que se graba en la retina de esta ruta inolvidable, con el viento acariciándonos en cada curva y la carretera convirtiéndose en nuestro escenario de libertad sobre dos ruedas.
Nos detenemos a observar el puerto de Colindres desde el imponente Puente de Treto, también conocido como el Puente de Hierro. La historia fluye bajo nuestros pies, un testigo silencioso de tiempos pasados y barcos que alguna vez navegaron estas aguas. La brisa salada nos acaricia mientras disfrutamos del panorama antes de continuar nuestro camino.
La siguiente parada nos lleva al nacimiento del río Asón, donde la cascada de Cailagua nos recibe con su majestuosidad. El sonido del agua cayendo desde las alturas es música para los sentidos, y la vista de este regalo de la naturaleza nos llena de asombro. Tomamos un respiro y nos sumergimos en el entorno, conectando con la esencia pura de Cantabria, sintiendo el rugir de nuestras motos resonar en armonía con la naturaleza.
El estómago empieza a reclamar su atención, y qué mejor lugar para satisfacerlo que Arredondo. Aquí, nos sumergimos en la tradición local al degustar un caldito calentito que reconforta el cuerpo y el alma. Las historias de rutas vividas se entrelazan con cada sorbo, sumergiéndonos en la autenticidad de este rincón pintoresco.
Recargados de energía, nos enfrentamos al desafío de subir el Puerto de Alisas. Las curvas pronunciadas y las vistas panorámicas nos llevan a un estado de éxtasis motorizado. Cada subida es un paso hacia la cima, donde la recompensa es un paisaje que roba el aliento y un sentimiento de logro que solo los verdaderos amantes de la carretera comprenden.
La jornada llega a su fin, pero no sin antes picar algo en Oriñón. El aroma del mar y la brisa salina nos reciben en este pueblo costero.
Así concluye nuestra primera salida del año, un viaje donde las carreteras nacionales y comarcales se convierten en el lienzo de una experiencia única, marcada por el ronroneo de motores, la libertad de la carretera y la conexión con los tesoros naturales y culturales de Cantabria.
¡Que vengan muchas más salidas como esta, siempre sobre dos ruedas!









